Recorrido día 1 al 4:
Civitavechia-Tarquinia-Sorano-Pitigliano-Sovana-Saturnia- Baños de San Filipo-Castiglione D'Orcia-Abadia de Sant Antimo-Pienza-Montepulziano
LAS CIUDADES MONOCROMÁTICAS.
16 de septiembre. Sábado..
Itinerario: Civitavechia-Tarquinia-Sorano-Pitigliano-Sovana.
Pernocta: aparcamiento en Sovana: 42.6577,
11.6432
A las 7,30 ya había
luz así que sabiendo que el aparcamiento de Tarquinia, a donde teníamos
previsto ir hoy, era un secarral y
tendríamos que dejar allí a nuestra amiga peluda, decidimos salir pronto para
evitar las horas de más calor.
Tras desayunar, llenar
depósito y desconectarnos de la luz, partimos sobre las 8,30 rumbo a Tarquinia a escasos 25km de donde
estábamos.
Cuando llegamos allí,
a la necrópolis de Monterozzi, el
aparcamiento grande prohibía a las autocaravanas el estacionamiento. Nos
dijeron que se debía a que bajo él hay restos arqueológicos y el peso puede
afectarlo negativamente. Continuamos hacia el pueblo donde dimos la vuelta para
dirigirnos al aparcamiento de autocaravanas que habíamos dejado a 1,5 km
atrás. No teníamos otra alternativa
Pero cuando llegamos allí teníamos que pagar 15 euros. Esto nos pareció excesivo por lo que regresamos sobre nuestros pasos y encontramos un sitio en el arcén donde caben dos autocaravanas sin problema (Via Ripagretta, SP 43). Suerte porque era septiembre y temprano.
La necrópolis cuenta con alrededor de 6.000 enterramientos, en su mayoría habitaciones excavadas en la roca y coronadas por túmulos y su tamaño es espectacular extendiéndose a lo largo de 5 kilómetros con cientos de tumbas que datan de finales del siglo VII hasta mediados del I a. C.
La costumbre de adornar los sepulcros de las familias aristocráticas está documentada también en otros centros de Etruria, pero sólo en Tarquinia el fenómeno ha asumido estas dimensiones: escenas de carácter mágico-religioso que representan banquetes fúnebres, bailarines, músicos y juglares, todo representado con movimientos armoniosos y colores intensos. Unas nos resultan más hermosas que otras o están mejor o peor conservadas.
Dejamos Tarquinia para
dirigirnos a nuestra primera ciudad Toscana elegida, Sorano.
Una retorcida
carretera nos introduce por amables paisajes donde predomina el color dorado
mezclado con verdes y donde suaves lomas se suceden unas a otras. Los cipreses
y los robles se mezclan con llanuras cultivadas de cereal. Muy hermoso. Es un
paisaje cuya contemplación produce
serenidad. No tiene cumbres de espectaculares alturas. Es sencillo y en esta
sencillez está su belleza.
Es un paisaje dominado por el color dorado o beis donde las casitas se suceden unas a otras, pegadas y escalando la ladera de una montaña. Los tejados son también homogéneos. Nada desentona, parece un cuadro pintado donde el marco es de color verde que dan los arboles junto con el grisáceo y dorado de las paredes rocosas que lo rodean. Sorano está en lo alto de una peña, rodeado de vegetación y circundada por profundos barrancos. Desde donde observamos la estampa es casi perfecta.
Nos acercamos a este lugar y tras atravesar una de sus puertas nos adentramos en La Via Selvi, calle principal de Sorano donde nos encontramos con comercios y talleres artesanales. Atraídos por uno de ellos que tiene muchos objetos en madera de olivo, entramos y salimos con el “objeto de deseo” de nuestros hijos, sobre todo del mayor, hace ya años cuando vieron uno que trajimos de Francia: un mortero de una pieza de madera de olivo. Con uno para cada uno de ellos, dejamos la tienda para sumergimos en sus callejuelas de piedra, de mármol travertino, de color dorado y grisáceo. Tiestos adornan algunos rincones. Parece que el tiempo se ha detenido. Y muy poca gente lo que contribuye a que disfrutemos aún más de este lugar.
Subimos callejeando
por calles empedradas con casonas de muros de piedra dorada hasta el Fuerte
Leopoldino en la parte superior, la
cresta de esta cima donde está la torre del reloj. A partir de aquí las casas
se descuelgan por ambos lados de la ladera y
la estampa es preciosa. A nuestros pies, tejados, también dorados con
antenas parabólicas todas de color burdeos, manteniendo la estética del lugar. Y desde aquí, a lo lejos vemos cuevas etruscas abiertas en la roca. En Sorano hay acceso a los 12 kilómetros de vía Cava
o Cavoni
que se excavaron durante la época etrusca, que se llama tufo (piedra
caliza) que comunicaba esta localidad
con Sovana y Pitigliano.
Descendemos caminando por estas calles a las que dan otras más estrechas. Parece ser que aquí en su tiempo hubo un barrio judío y la estrechez de algunas de estas callejuelas dan testimonio de ello.
Dejamos esta localidad
para poner rumbo a Pitigliano, a su
área para autocaravanas. Allí decidiríamos si nos quedábamos a pasar la noche allí
o continuaríamos hasta donde estamos ahora, a Sovana.
Para llegar a esta
área tenemos que atravesar la localidad
donde nos encontramos con una curva cerrada y estrecha imposible ya que
hay que hacer dos maniobras para poder tomarla. El área está algo alejada del
centro histórico y es un aparcamiento asfaltado en una zona residencial de
chalets, por lo que es tranquilo. Se paga por horas, 2,5 euros la 1 hora y luego
ya 2 euros hasta las 20 en que es gratuito. Hay bastantes lugares libres.
Decidimos comer aquí y
después salimos a visitar esta localidad. Tardamos unos 10’ en llegar. Es un
sitio bonito, también con muchos rincones encantadores, sus casas de piedra
dorada, las plantas adornando regalándolas su color. Callejones estrechos que
terminaban en unas hermosas vistas a la montaña. Una ciudad también digna de
ser visitada aunque si tengo que ser sincera, me gusto mas Sorano, más pequeña,
más provinciana pero también creo que más auténtica.
Y cuando abandonábamos
la ciudad nos cruzamos con varios tractores que la atravesaron con sus
remolques llenos de uvas.
Como aún era pronto y
el lugar no muy atractivo, decidimos irnos para dirigirnos a Sovana ya que aquí describen un aparcamiento tranquilo de grava a
la salida de la localidad.
En muy poco tiempo
llegamos y encontramos al final de una
carretera adoquinada un aparcamiento (42.6577, 11.6432) con dos autocaravanas y
una camper. Nos instalamos y ya no nos apeteció movernos. Si observamos mucho
movimiento de turismos que aparcaban en la calle de acceso. Pensé que habría
algún espectáculo o acto pero comprobaríamos al día siguiente que no era así y
descubrimos el motivo.
La noche en Italia
llega más pronto que en España y a las 19,30 ya oscurecía. Noche oscura.
Ninguna luz en el aparcamiento. Cenamos, vimos alguna serie y nos fuimos a la cama.
17 de septiembre, domingo
Itinerario: Sovana-Saturnia
Pernocta: Area de autocaravanas de Saturnia: 42.6558,
11.5039
La noche ha sido
tranquila y la mañana nos despierta con un brillante sol. Como hasta las 10 no
abren la necrópolis del tufo, decidimos acercarnos a la ciudad.
Paseamos por ella disfrutando de su belleza y de su tranquilidad
A las 9,30 partimos
hacia la necrópolis a donde llegamos en poco tiempo. En su pequeño aparcamiento
dejamos la autocaravana y a nuestra amiga peluda, bien fresquita por si acaso
debajo de un gran arbol.
A las 10 estábamos
comprando los tickets para visitar este complejo.
Estábamos prácticamente
solos. Nos precedía una joven pareja y durante la visita solo nos cruzamos con
unas 10 personas más, exceptuando un grupo con el que nos cruzamos a la salida
y que conseguimos evitar.
La necrópolis
etrusca de Sovana está dividida en dos zonas, situadas a 200 metros de
distancia una de otra.
Comenzamos por la que alberga algunas tumbas monumentales y famosas. Así ascendemos por un ancho camino rodeado de una espesa vegetación y distintos carteles nos van conduciendo. Primero nos dirigimos a nuestra derecha para encontrarnos con la primera tumba, la del Tifoni, excavada en la roca y en la que aún podemos apreciar una decoración policromada.
Recuperamos lo que
parecía el camino principal para llegar a la impresionante Tumba de Ildebranda del siglo III a.C.Es la principal y más famosa y está
completamente excavada en toba, sin añadidos.
Nos recuerda más a un
templo y tiene una fachada monumental accesible gracias a dos escaleras
laterales. Hay habitaciones cuadradas, perfectamente esculpidas y todo el
conjunto es muy espectacular, con columnas que delimitaban un pronaos y
sostenían un friso de lo cual se conserva solo una columna y muy deteriorada.
Las escaleras van dando acceso a los distintos rincones. A los pies hay una
reproducción de lo que debió de ser en su día esta tumba y era espectacular,
originariamente decorada con estucos policromados
Alguien calificaría
todo este conjunto como “la petra de Italia”. A mi juicio, no es para tanto,
pero tiene un toque especial, singular, único que hace que merezca la pena
visitar todo el conjunto.
Terminamos en la Tumba de los demonios alados, también del siglo III a. C. que debe su nombre a una de sus bellas decoraciones escultóricas. Hay una hornacina interior donde se puede ver una gran estatua de la muerte extraordinariamente bien conservada, con los colores originales y fuera de ella lo que parece un león en mal estado. Frente a ella hay dos relieves que representan dos demonios alados femeninos.
Habíamos dedicado casi
una hora a este lugar tan peculiar y espectacular y regresamos a la entrada
para dirigirnos ahora a la Via San Sebastiano y
a la tumba de la Sirena.
Para ello salimos de
esta zona y dejamos el aparcamiento a nuestra izquierda y por un camino
limitado por balizas de madera, llegamos al inicio.
Todo el conjunto de la necrópolis se encuentra en medio de un hermoso bosque de laureles y robles, junto con varias especies de helechos. Apenas llega el sol al suelo por lo que se disfruta mucho de un entorno natural de gran belleza.
La senda nos introduce en una trinchera muy estrecha, quizás de medio metro de ancho y entre unas paredes de roca verticales de 20 metros de altura. Apenas hay sitio para colocar los pies.
Es un tramo espectacular que desemboca en una cueva de un eremita, excavada también en la roca.
Y ya decidimos
regresar. Habíamos disfrutado mucho de este lugar arqueológico tan singular y
extraño para nosotros, acompañado además por un entorno precioso. Ahora
poníamos rumbo a donde estamos ahora, Saturnia
a sus termas.
Seguimos transitando
por carreteras retorcidas que discurren entre lomas suaves y los colores
dorados contrastan con los verdes y las peladas elevaciones con los pedazos
arbolados. Es un paisaje variado, dulce. A veces se dejan ver esas casas
toscanas, de piedra dorada entre la vegetación y a la que se accede por un
camino escoltado por pinos o cipreses que parecen marcarlo y muy visibles desde
la distancia.
A destacar el mal
estado de las carreteras por las que circulamos. Si bien el ancho es suficiente
aunque no sobra, el firme es muy malo. Está muy deteriorado. Señales avisan de
“blandones” pero realmente es un firme muy deformado que obliga a ir muy
pendiente y muy despacio. No extraña ver limitaciones de velocidad a 50 porque
en realidad, su mal estado no permite una velocidad superior. Y otro dato
curioso: a veces se agrupan hasta media docena de señales, seguidas unas de otras.
Saturnia está muy
cerca, a escasos 25 km. En un punto de
la carretera vemos muchos vehículos aparcados y otros en el arcén. No tuvimos
sitio para parar y nos dirigimos directamente al área ya que no se pueden
aparcar autocaravanas en ningún otro sitio. Es domingo y me temo lo peor.
Y efectivamente, el
área (42.6558, 11.5039) que tiene capacidad para 400 autocaravanas, está muy
llena. En el pasillo de entrada encontramos un sitio que tiene un par de árboles.
Miro el sol y deduzco que sobre las 14,30 o 15 nos regalará su sombra, así que
no lo pensamos más y nos instalamos. No obstante caminamos para ver si
encontrábamos un lugar mejor. Y no, no lo hay.
El área está bien
calificada en general, pero para mi es un poco caótica. Exceptuando nuestra
hilera donde la sombra escasea y ha sido una suerte encontrar nuestro arbolito,
en el resto del área no hay sombra exceptuando una sola línea, parcelada y con
buena vegetación pero de escaso tamaño, o más bien justo y algo inclinada.
Luego hay otra zona a continuación de esta, cuya inclinación es mayor. Vimos autocavanas estacionadas en línea en lo que sería una zona de paso.
Sinceramente,
suspendería el área. Al margen de ser
caótica, por la noche carece de iluminación. Y en contra de lo que pensé
inicialmente de que al llegar la tarde del domingo muchos marcharían, no ha
sido así, y si se va una, otra ocupa inmediatamente su lugar. Pero, tengo que
reconocer que es un sitio muy bueno para visitar la cascada del molino a 15
minutos caminando desde aquí. Así que para lo que queremos nosotros, es
suficiente.
A las 13,30 estábamos
ya instalados y muy cansados. Comimos y dimos una cabezada. A las 18 decidimos
desperezarnos y acercarnos a ver este lugar que tenía ganas de conocer.
Un camino que sale por
detrás del área y por el que había visto venir gente con bañador y albornoz,
nos lleva en unos 15 minutos a este lugar dejando atrás un gran aparcamiento de
turismos todavía con muchos coches. Hay otro que discurre a lo largo de la
carretera y que sale de la parte delantera del área.
Al llegar lo que primero que vemos es mucha gente, pero nada agobiante. El lugar es bello, y sin gente lo sería más, pero eso es pedir mucho. Vemos las piscinas naturales escalonadas con pequeñas cascadas – las llamadas Cascadas del Molino -, y una gran cascada, a la derecha de un edificio de piedra dorada que debió de ser el molino. El agua desciende formando pozas redondas como marmitas de color blanco por la piedra calcárea y con el agua de un color peculiar debido a su azufre a lo que también huele por el camino y que a veces llega hasta el área. Estas pozas están dispuestas en terrazas por lo que son parecidas a las que he visto fotografiadas de Turquia.
Elegimos un sitio
donde dejar las cosas y con cuidado (mejor llevar escarpines) nos introducimos
en el agua que tiene una temperatura estupenda, de 37 grados, constante todo el
año. En su composición hay azufre, sulfato, carbono y bicarbonato alcalino, que
hacen de ellas unas aguas con propiedades terapéuticas indudables.
Allí estuvimos sentados y tumbados un buen rato. Y sí, la gente se iba, pero curiosamente y pese a ser ya casi las 19 horas, no dejaban de llegar. El fondo de estas pozas está lleno de bolitas de piedras blancas. Un trabajo que la composición del agua y la erosión han hecho con gran eficacia.
Decidimos regresar y
como olvidamos la toalla, nos cambiamos en un rincón discreto. Regresaríamos
mañana a primera hora, suponiendo que también habría menos gente y que el calor
no apretaría ya que el camino para llegar desde el área no tiene ningún árbol y
la temperatura hoy ha sido de unos 27 grados.
Ducha y ahora ya a casi las 21 horas me he puesto al día con el diario de viaje y nos queda cenar y descansar hasta mañana
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